23/8/15

Cuando comienzo un blog

He tenido muchos blogs. Bueno, quizá no tantos. Pero sí unos cuantos. Jamás he seguido con ninguno de ellos el suficiente tiempo como para encariñarme con él y no abandonarlo. Y sin embargo, cada vez que dejo atrás uno echo enormemente de menos escribir en él. ¿Contradictorio, no?

Aun así, sigo abriendo uno tras otro. Cambiando su temática, su diseño, la cuenta desde la que lo administro... Pero nunca ninguno llega a convencerme. Siempre procuro hablar de cosas que realmente me gustan, pero pronto me canso. Como las personas, mis gustos también son efímeros, tan pronto llegan como se van. Y de veras que en muchas ocasiones los echo de menos.

¿Pero soy acaso dueña de mis gustos? ¿Lo soy? Ojalá, porque así habría alguno, al menos uno, que prevalecería el suficiente tiempo como para que dejase de ser un simple hobbie y pasase a ser parte de mí.

¿O sí que lo hay?

Si algo me ha gustado siempre es escribir. Me gusta hablar, comunicarme con las personas. Es decir, no me malentendáis, la interacción social no es mi fuerte, soy una persona claramente introvertida y tímida. Pero con un folio delante (o, bueno, también una pantalla) el hecho de escribir es algo que siento como natural.

Hace mucho, mucho tiempo, lo describí como un proceso por el cual parecía que el mismísimo viento susurraba las palabras correctas en mi oído. Ahora quizá esa definición me parezca algo cursi, algo cliché, pero sigue siendo igual de cierta.

Escribir es para mí tan natural como respirar. A veces con más fortuna, a veces con menos, pero hacerlo. Creo que por eso comienzo tantos blogs. No lo hago por tratar distintos temas, ni tampoco por hacerme una bloggera reconocida, nunca he buscado tener hordas de lectores. Creo que lo hago por escribir.

Aunque, otra cosa que quizá es importante que quede clara, es que no soy escritora. No voy a negar que alguna, bueno, muchas veces, se me ha pasado por la cabeza la idea de comenzar una novela, que incluso haya llegado a hacerlo. Pero, como los blogs, siempre abandono.

No me gusta escribir historias de cientos de páginas, con personajes construidos a lo largo de un millón de escenas o de ambientaciones cuidadas al detalle. No. Disfruto más que mis historias sean tan efímeras como mis gustos, como el mismo ser humano.

Y quizá como hace todo ser humano, yo también tropiezo con la misma piedra dos veces. O más bien siete. Y quizá como debería hacer todo ser humano, yo tampoco me doy por vencida. Bienvenidos a mi mundo. Bienvenidos a mí. Bienvenidos a Nasarpina.